miércoles, 17 de octubre de 2018

Caos y Dibujo (parte 2)

-Viene de la parte 1.


Eduardo, como anfitrión y principal sufridor, respondió un tanto herido en su pundonor.

-Pues solamente se me ocurren dos cosas, doctor. O bien estamos chiflados ambos o bien hemos mentido como auténticos bellacos. Dígame qué insinuación es la suya y ya le responderé.

-No creo que sea necesario agotar las hipótesis en esas dos variables. Una de las cosas que me sorprenden, la verdad sea dicha, es que a pesar de haber visto dos cosas muy distintas, ambas tienen algo en común. Los sentimientos que provocan. En el caso de Eduardo sabemos que los sentimientos son de miedo y culpa, ¿no es cierto?


-Sí doctor, pero…

-Déjenme seguir, por favor. En el caso de Pedro sabemos que pasó miedo, ¿pero sintió culpabilidad? 
A fin de cuentas solo vio la pared una vez.
Pedro vaciló antes de su respuesta, como sintiéndose fuera de lugar y de tiempo.
-Lo que sentí fue pesadumbre, un desánimo extremo. Como si la pared se hubiera tragado toda mi vitalidad.
-¿Estaría dispuesto a mirar una segunda vez dentro de la pared? Sería conveniente que Eduardo y usted estuvieran en igualdad de condiciones.
Pedro aceptó remiso y apoquinado, pero de algún modo convencido de la utilidad del trago que estaba punto de pasar. Eduardo le contó las precauciones que había ideado y, que dentro de su simpleza, parecían sensatas y adecuadas. En previsión de un trance agitado y perturbador, bastaba un sonido de alarma para salirse del magnetismo inexplicable que ejercía la pared. El móvil cumpliría sobradamente esta función.
-Si en cinco minutos no has salido, a pesar de la alarma, nosotros entraremos a por ti. Intenta retener lo que veas, pero te será difícil si te pasa lo que a mí.
Eduardo abrió la puerta y Pedro se introdujo con el aplomo de un papel de fumar atrapado en una ventolera. La cuestión no era el sufrimiento o el desafío de la experiencia a punto de comenzar, sino su significación; su dureza. Pedro avanzó hacia una silla en medio de la habitación, único mobiliario ahora de la funesta sala, y mientras él clavaba la vista en la negrura, Eduardo y el psicólogo cerraron la puerta de un fuerte impulso.
La espera, ya que por lo menos no fue tranquila, al menos sí que fue silenciosa. Eduardo miraba su reloj casi con la misma fijeza implacable con que había mirado la negra pared, de tal modo que aunque hubiera estallado un grito de ayuda, probablemente no hubiera sido capaz de escucharlo. El sonido de la alarma de su móvil fue audible desde la habitación contigua donde se encontraban. El sopor había llegado a su fin.
Pedro se encontró confuso un buen rato, perdida ligeramente la cabeza entre emanaciones y vapores que solo él podía ver. Pronto, los amigos y el psicólogo, hubieron de unirse en una común indagación sobre aquel acontecimiento aterrador. La explicación de Pedro fue semejante a la que esperaban; en realidad a la que Eduardo esperaba.
-Sé que he visto algo, pero no puedo explicarlo; y aunque no puedo ponerle nombre, sé que era dolorosísimo. Era un infierno incomprensible.
-¿Y ahora qué tal se encuentra señor Jarilla? ¿Aparte de su desgaste físico hay algo que le incomode?
-Soy un culpable.
-¿De qué?
-De todo.

-De todo cuanto he visto he entendido que ambos, mirando fijamente a la pared negra, entran en un estado de trance del cual les es dificultoso salir. En un primer momento, cuando la pared no era completamente negra, ambos tuvieron visiones divergente pero igualmente ominosas. En su última experiencia, sus respectivas visiones eran abstractas e inefables pero de una intensidad dañina y negativa. Por su puesto, el origen de la tintura de la pared nos es desconocido. ¿Es eso?
Eduardo y Pedro ni siquiera encontraron voz para responder. Asintieron con desidia y aturdimiento.

-No creo que mientan, eso me salta a la vista. Y, siguiendo mi instinto, me atrevo a aventurar que no padecen de ningún trastorno mental. He visto muchas personas caer en la locura y yo diría que esto no es el caso.

Eduardo se atrevió a lanzar la pregunta obvia.

-¿Entonces lo que hemos visto es real?

-Usted sabe que sí, pero desde luego el hecho de que yo no haya visto nada le confunde. Durante un instante incluso habrá creído que ambos tenían una especie de sugestión, de locura compartida.

-¿Pero cómo explicamos lo que Pedro y yo hemos visto?

-Lo analizaremos. Un sueño también es resbaladizo y yo me dedico a analizarlos. Debemos intentar llegar a una conclusión.

En esta ocasión fue Pedro el que, súbitamente repuesto, saltó para responder.

-¡Esto es absurdo!

-Cálmese, que le conviene. Quizá podamos descubrir la significación de esto, pues de eso se trata, de hallar un significado. Les pido calma y paciencia.

-¿Qué propone?

-Por de pronto cojamos el ligazón común entre ambos. La culpabilidad. Esa pared y el lugar que representa les induce a la culpa, sin embargo ustedes no recuerdan nada en concreto. ¿Qué lugar podría estar asociado tan intrínsecamente a la culpabilidad?
Eduardo calló, meditando, pero a la fracción de segundo siguiente sabía que iba ser el primero en contestar. Su mente casi funcionó como una presurosa asociación de ideas.

-Una prisión. Un sitio lleno de culpables. Al menos en teoría.

Eduardo y el doctor Ademuz miraron detenidamente la expresión de Pedro, esperando un gesto que revelase que la idea de Eduardo era atinada. Sin embargo durante unos instantes, la cara de Pedro fue una auténtica alegoría de la dubitación.  Al cabo de unos segundos, comenzó un gesto afirmativo con la cabeza; consiguió hablar a duras penas.

-Una prisión es… buena idea. Sí… podría ser.

Casi parecía que Pedro estaba viendo enfrente de sí a una prisión figurada. Extrañamente tranquilo, el doctor Ademuz retomó sus reflexiones.

-Caballeros, ¿qué pecados han cometido?

Una pregunta así es imposible que no aumente la tensión de una situación ya de por sí tensa. La pregunta, más que de un psicólogo, parecía provenir de un predicador severo e imperturbable. Eduardo y Pedro la acogieron  con pavor; casi dijeron al unísono:

¿Pecados?

-Reflexionen, amigos. ¿Les da miedo que use la palabra pecado? ¿Por qué? Está emparentada con la culpa. Y ambos asocian pecado (o culpa) a prisión. Verán, aunque ustedes no lo hayan dicho, también han dejado caer el concepto de castigo. No solo por la prisión, sino por sus primeras visiones. Cada uno ha visto algo distinto en esas visiones, de modo que son sensaciones personales. Y eso me indica que de algún hay verdad en todo esto. Se asustan porque tienen pecados y se sienten culpables por ello.

-Creo que está hablando con demasiada ligereza. Para empezar no sé qué le faculta a usted para hablar de pecados. Ha venido a ver el fenómeno de mi pared y ver si podía haber algún tipo de desorden en nuestras cabezas. Ahora parece usted un sacerdote ofreciendo confesión.

El doctor Ademuz levanto las manos como quitándose responsabilidad.

-Yo no tengo capacidad para absolver, eso queda fuera de mi jurisdicción. Mi figura, mi arquetipo, es la de ayudar a desbloquear la mente. Sacar a flote todo lo que están queriendo olvidar o lo han olvidado ya. Si quieren que les ayude, por favor atiéndanme.

-Parece que haya visto esto en muchas ocasiones.

-No es infrecuente. Es más común de lo que cree.
Cómo tomar en serio semejante afirmación, tamaña condescendencia. Eduardo, sin duda ahora más clarividente y perspicaz, estuvo a pique de echar de su casa a aquel presunto doctor junto con sus crípticas generalidades.

-Bien; en base a mi experiencia, déjenme adivinar. Iremos por el sendero familiar. La visión sucede al introducirnos en una morada, es decir, un sitio íntimo. ¿Eduardo, hay algo que haya comprado recientemente, o que haya  introducido recientemente en su casa? Tiene que ser algo que le haya impresionado vivamente. Aparte de la pared, claro.

La vocalización de la respuesta se hizo esperar demasiado teniendo en cuenta que dentro de sí, Pablo, estaba muy seguro. El problema de encajar unas pocas piezas, es que el encajador sea un extraño digno de desconfianza. Sus reparos cedieron al influjo del psicólogo.

-No se trata de una compra, ni siquiera es algo que esté en la casa desde hace poco. En un estante de un armario hay, desde que llegue al piso desde hace unos meses, unos cuantos libros apiñados. Hasta hace no mucho, antes del incidente de la pared, no les había hecho caso. Cuando finalmente lo hice me di cuenta de que eran novelas; todas estaban muy ajadas y me eran desconocidas. Hubo una, sin embargo, que me llamó la atención. Una novela encuadernada en azul llamada, “El Sendero”. De aspecto muy simple, en los lomos solo estaba escrito el título; ni siquiera el autor.

-¿Por qué le llamó entonces la atención el libro? Supongo que leería algún fragmento.

-En efecto; abrí las páginas al azar y leí algo alrededor de una página.

-¿Qué ponía ese libro?

-Un hombre de negocios relacionado con una farmacéutica es acusado por la justicia de dar órdenes para elaborar productos negligentemente, ahorrando así costes. Sin embargo, esto hacia los fármacos malos para la salud. Se produjeron muertes y este hombre fue investigado y condenado, sin embargo…

-Sin embargo ¿qué?

-Un defecto de forma, apenas recuerdo cuál, le permitió no cumplir condena. Salió indemne  y no recibió su castigo.

-¿Qué le sugiere la historia? ¿Recuerda algo más?

-No; apenas recuerdo nada más. No fui capaz de volver a abrir el libro y lo que recuerdo es muy poco. No volví a abrirlo porque la historia me impactó más de lo que debería; me pareció muy desagradable.

-¿Algo más? ¿Recuerda el nombre del hombre de negocios o cuándo sucedió el incidente?

-No; ni siquiera recuerdo si se mencionaba algo de eso. Era muy parco.

-Pero hasta cierto punto, normal. Bien; llegados a este punto tengo que hacer una petición, Eduardo.
No había inflexiones en la voz del doctor, que parecía conducir aquella situación como si él mismo fuese el creador de todo aquello. Era una situación en la que el titiritero parecía mover unas marionetas al ritmo de un confuso son.

-Usted dirá.

-Me gustaría que trajese el libro; el libro azul en que venía la historia del empresario farmacéutico. ¿Lo conserva, no?

Dos impulsos crecían en el interior de Eduardo; uno decía “desconfía”, el otro “obedece”. Sin embargo era batalla desigual en la que el segundo impulso sobrepasaba con creces al primero.

-Claro, ¿pero para qué? Ahora tengo algunos de esos libros… en la habitación.

-Me será mucho más fácil explicárselo a ambos teniendo el libro delante. Le propongo, si le parece bien, el ir yo a recogerlo. Parece que yo soy más resistente al influjo de la habitación. No me cuesta nada ir.

Eduardo y Pedro se miraron aquiescentes, dirigidos ya casi completamente por la voluntad del doctor Ademuz. Eduardo asintió silenciosamente.

-Muy bien; no tardaré.

No pasó ni un minuto cuando llegó el doctor Ademuz con más carga de la que creían, produciendo un leve asombro.

-Como verán he traído dos ejemplares en lugar de uno. Aparte del libro azul he traído otro.
Blandiendo su mano izquierda mostró un libro de color verde, totalmente ajeno a cuanto se había hablado.

-Creo que puede ser de utilidad, a fin de cuentas ustedes son dos y esto un… diagnóstico comparado.
En el rostro de los dos amigos solamente podía verse ya obediencia.

Con ademán autoritario el doctor Ademuz señaló el libro verde y lo tendió a Pedro indicándole además que obrase como Eduardo y abriese el texto al azar y leyese un pasaje, lo primero que viese. Si bien Pedro interrogó nerviosamente con la mirada al doctor, obedeció cavilosamente, como queriendo dilatar el tiempo de ejecución. Lo que en el libro se contaba era una oscura narración sobre alguien que, al bordear un lago, contempla como un hombre se ahoga en la zona más alejada de la orilla sin ni siquiera dar un paso. Según se dejaba entender al hombre fuera del agua le acometió la desidia que nace del miedo y la inacción  que surge de la preservación propia. El hombre en apuros murió.

-Ya es suficiente; deje de leer. Ahora hablemos de lo leído. Tanto en el libro verde como en el azul han podido leer dos historias terribles ¿se han puesto en el lugar de los protagonistas? ¿Saben cómo se debieron sentir? Sin duda son dos grandes pecados, a resultas de los cuales hubo gente que murió. Seguramente el primero pensó que los medicamentos como mucho no matarían, que como mucho no curarían. Y el segundo, no es que quisiera dejar a un pobre hombre a merced de aguas profundas. Sencillamente sintió miedo y se abismó ante una situación compleja. Pero sus culpas son graves ¿cómo creen que se sintieron?

Eduardo vio colmado su aguante.

-Disculpe, pero no sé a santo de qué viene todo esto; ¿cómo quiere qué sepamos lo que unos malnacidos sintieron al hacer eso? ¿Cómo quiere que tengamos idea de ese infierno?

-Infierno…

-¿Perdón?

-Ha dicho infierno; ya sabe que los de mi profesión jugamos con las asociaciones de palabras. El infierno es una prisión; acaso la más temible de ellas. Por no hablar de su relación con la culpa.

Un resorte saltó en el ánimo de Eduardo y expandió en su interior la determinación de cortar aquello de raíz. Se levantó con la dignidad y el aplomo de un aristócrata ante la fatigosa presencia de un grupo de plebeyos. No había ira, pero sí determinación en abundancia.

-Muy bien doctor, creo que seguir debatiendo este tema es ocioso. No creo que pueda solucionarnos nada con sus generalidades metafísicas; bastante extraña es nuestra vida en este momento como para que una especie de… alienista añada su porción de extravagancia. Por favor, permítame acompañarle a la puerta.

-De acuerdo. Supongo que he fallado, pero ello no debe hundirles. Les aseguro que si algo les sobra es tiempo.

De forma asombrosamente automática, casi funcionarial, los tres alcanzaron la puerta de salida. Los dos extremos, en ánimo, eran el doctor y Eduardo; Pedro permanecía exánime, como si no hubiera vuelto del todo de “viaje” en la pared.

-¿Algún último consejo, eminente doctor?

-Purguen sus culpas, sus faltas, sus pecados. Llámelo como quiera. Entonces se sentirán mejor. Por cierto, respóndase a esta pregunta. ¿Qué recuerda de su juventud, de su familia, de la casa de cuando era niño y de sus traumas? Buenas noches, caballeros.

Al doctor Ademuz solamente le faltó un sombre de hongo para que su despedida fuese ceremoniosamente decimonónica. Al salir tenía la certeza de que responder a esa última pregunta suspensa no podía tener respuesta. No con lógica, esa ya murió hace tiempo. Su aspecto era triste cuando alcanzó la calle; es la expresión del que ha visitado a mucha gente entre el cielo y el infierno.


2 comentarios:

  1. Encantado de saludarte Marius
    ¿Qué tal estas?


    😄 Escribirte desde la comunidad de fans de Tiempo de Relatos sobre la serie fantastica de TV, El Ministerio del Tiempo 🤗 …………… https://tiemporelatos.blogspot.com/


    En referencia a tu labor de escritor
    y
    como tambien eres FAN seguidor del MINISTERIO DEL TIEMPO
    como fans ministericos, necesitábamos preguntarte
    si te gustaría escribier un relato de FICCION

    y
    nos harias el honor de colaborar
    en nuestro proximo proyecto FANFICTION sobre la serie de
    . Nos haría mucha ilusión. 😍😉



    Nuestra premisa está diseñada COMO UN JUEGO DE ROL entrecruzando los relatos entre ellos, como hicimos en la anterior tanda de fanfictons
    Nos haria ilusion le dieras un vistazo https://www.facebook.com/pg/tiemporelatos/photos/?ref=page_internal … …



    Nuestra premisa de relatos trata del ORIGEN del Ministerio del tiempo visto a través de los ojos de los personajes de siempre
    y
    la venida del arquitecto de las puertas del tiempo que construyó el Ministerio y viaja al presente a recuperarlo, mientras las patrullas resuelven para impedírselo


    🤗 El tono puede ser género misterio, terror fantástico,histórico, aventuras, thriller etc..




    En caso que tus tareas en Historias Pálidas Películas y Reflexiones
    te dejaran un hueco,
    indicar que el proyecto vamos a sacarlo en diciembre para "petar las redes"
    , para asi, lograr mayor visibilidad 🤗a presionar para PEDIR UNA 4º TEMPORADA



    Sería un honor que contemos con tu pluma, tenemos toda la libertad para contar lo que queramos De todas formas, pudieras o no, muchísimas gracias por tu atención que vaya todo estupendamente y si le das un vistazo, que te guste tanto como a nosotros .

    Encantado de saludarte.y muchos éxitos 🙂

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    Respuestas
    1. ¡Hola Jorge!

      Me honra muchísimo que me ofrezcas participar en este proyecto, que hojeándolo me ha parecido estupendo. He estado echando un vistazo al Facebook y al link de blogspot y de verdad que es alucinante la dedicación y el esfuerzo. En concreto he visto alguno relatos de la trama uno (Darrow irrumpiendo en el ministerio con un gas)

      La verdad es que me parece que no estoy seguro de dar la talla. Los relatos que tenéis son magníficos, muy ajustados a los personajes ficticios y a detalles históricos diversos. Comparándolo con lo que escribo, creo que lo mío no vale mucho. Hombre, ya sé que lo importante es la iniciativa para que hay una cuarta temporada, pero vuestros trabajos son imponentes. Además no tengo idea de fanart ni nada, y en ese apartado he visto cosas preciosas también. Mis post son más bien cutrillos, je.

      De todos modos te pregunto, por si me animo; sabiendo que el tiempo ya escasea. ¿Qué extensión debería tener el relato? Los míos son más bien cortitos.

      Cuando hablas de un juego de rol ¿a qué te refieres? Soy un pardi en ese tema. Y sobre que deben entrecruzarse los relatos, ¿significa que debo partir de lo que escribe otro?

      Y por último (ya acabo jeje) ¿la intención del Arquitecto sería acabar con el Ministerio, clausurarlo?).

      Todo esto es un poco por si acaso. Ya te digo que la empresa creo que me viene un poco grande y no sé si podría aportar gran cosa.

      En cualquier caso vuestra iniciativa me parece digna de elogio y muy bien ejecutada. Os deseo éxito de todo corazón, porque ello significará que los ministéricos tendremos motivos para estar de enhorabuena.

      Un abrazo y gracias por la confianza, en cualquier caso seguiré vuestro trabajo.

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