-No; no se trata de vandalismo
gratuito, no se trata de trastadas insensatas. Yo quería estar aquí. Éste es el
lugar donde soy menos peligroso. Señor comisario, mi mala acción debió de ser
mucho mayor. Así que le solicito ayuda.
El comisario Casimiro Giner miró
los datos del que parecía ser el detenido más peculiar de cuantos habían
aparecido por sus dominios. El susodicho sujeto, que decía ser y llamarse Ramón
Mencías, era un caso flagrante de
extravagancia, de anomalía en estado puro. Un hombre ansiando y porfiando por convertirse
en recluso. Tal desprecio por la libertad individual de uno para sí mismo era
sin duda inaudito.