miércoles, 21 de noviembre de 2018

Conductores de Domingo


Un regreso a casa en las postrimerías del domingo era una de las cosas a las que Miguel Ángel Varela tenía un enconado odio. Como no podía echar la culpa cabalmente a nadie por un fin de semana que moría, solía optar por prorratear cuidadosamente su odio entre cualquier persona que entrara en un radio de acción de un par de metros alrededor.

Al volante de su automóvil, un Seat León metalizado que había visto tiempos mejores, fue contemplando la melancólica metamorfosis cromática del horizonte; del anaranjado claro al azul pálido y perlado. En su pésimo estado del humor influía la poca simpatía que sentía por el hábito de conducir, quehacer que consideraba rutinario, pesado y peligroso.