En 2018 yo había quedado en ir a
ver Lorenzo a su casa en Madrid. El tiempo había diluido nuestra unión pero el
contacto nunca llegó a desaparecer del todo. Nos veíamos eventualmente en
Peñascal o en algún evento destacado, como bodas y demás. Lorenzo me había
pedido, casi exigido, que le visitase en su domicilio antes de una semana.
Afortunadamente tenía suficiente hueco como para satisfacer su deseo dentro del
plazo que me propuso. Por lo demás me citó a una hora muy concreta, a partir de
las 19:45.
-Armando, me alegra que hayas
venido.
Lorenzo me tendió la mano sin
excesiva fuerza; un halo trémulo parecía envolverle.
-También me alegro de verte,
Lorenzo. ¿Estás solo?
-Sí justo hace unos minutos
Isabel, mi mujer, ha salido con la niña al parque para que le diera el aire.
Siempre lo hacemos a esta hora.
-¿Y por qué me has citado a esta
hora? Podría haberlas saludado.
-Precisamente por eso te he
citado así. No saben que vienes, me he excusado ante ellas diciendo que no me
encontraba bien. Lo cual en parte es cierto.
-Tendrás que explicarme todo esto
más despacio, por favor.
-¿Te acuerdas de Marina “Ojo
Negro”?
La pregunta fue formulada
repentinamente, como un géiser irreprimible que brota punzante.
-Pues no demasiado. Han pasado
treinta años y lo recuerdo más como una anécdota de juventud que otra cosa.
-Pero te acuerdas de tu
predicción ¿verdad?
-Claro; todos nos acordamos, supongo. En aquel momento
y durante algún tiempo las debimos leer un millón de veces.
Un temor informe se apoderó de
mí, prediciendo casi por dónde iba a ir la conversación.
-Se cumplió ¿no?
-Bueno, según lo interpretes.
-¿Puedes recordármela por favor?
-Lorenzo…
-Bueno, no hace falta. Creo que
yo lo recuerdo. “Serás un hombre duplicado el 14 de Julio de 2014”. ¿Qué
coincidencia no? Tu hijo nació justamente ese día
-Y supones que lo de “duplicado”
hace referencia a tener descendencia ¿no? Y la adivinación se habría cumplido.
-No sé puede negar que la
coincidencia es muy precisa. Tú mismo decías que tu hijo es un vivo de ti
mismo. Por favor no recurras a la excusa de la casualidad.
-¿Y a qué quieres que recurra?
¿Te parece racional? Pienso en el nacimiento de mi hijo, no en una carambola
esotérica. Por favor dime a dónde quiere llegar.
-¿Recuerdas la de Felipe? Yo hace
diez años que no le veo, desde su boda.
El derrotero que iba tomando la
conversación era como sumergirse en un cenagal. De momento seguí ligeramente la
corriente.
-Le vi hace no mucho; nos
encontramos en el centro sin tenerlo previsto. Aprovechando la casualidad
tomamos algo juntos y hablamos.
-¿Hablasteis de su adivinación?
Un resplandor de curiosidad
iluminó un poco las tinieblas de mi ánimo.
-La verdad es que sí.
-¿Se cumplió?
-Vuelvo a repetirte que eso es
interpretable
-Por favor, háblame de ello.
-Bueno creo que decía algo así
como que: “el 21 de Febrero de 2008 obtendrás una ligadura que extraviarás
cinco años después”.
-Si mal no recuerdo se casó un 21
de Febrero ¿verdad?
-Ajá.
-Otra fecha acertada. Tú dirás. Y
me temo que efectivamente aciertas si piensas que relaciono la ligadura con el
matrimonio. Ahora respóndeme sinceramente. ¿Se ha divorciado? Estoy muy
desconectado de él.
La pregunta ahora se vestía de
desesperación, de un exasperado espíritu de curiosidad.
-Pues la verdad es que sí. Y fue
en…
-2013.
-Sí, fue en 2013. Yo tampoco le
veía desde la boda.
-Bueno, pues tal como yo lo veo,
me parece que ha extraviado la ligadura. No me negarás que las coincidencias
son realmente asombrosas.
-Lorenzo, te lo ruego, ¿dónde
quieres ir a parar?
-Pues ahora en concreto quiero ir
a parar a la mía; a mi predicción. ¿Te acuerdas de ella?
Poco a poco se iba armando un
puzle cuya visión imagen final seguramente no me gustaría.
-No, no me acuerdo.
-Yo te la recuerdo. Decía: “el 28
de Junio de 2018, tendrás oscuridad y una línea roja”
-¿Y bien? Supongo que me dirás
qué significa.
-Verás, Armando. Es posible que
tenga cáncer.
Supongo que debí de quedarme
lívido, inmensamente pálido. La ola de disgusto y asombro iba resonando dentro
de mí. Encontré, nos obstante, un resquicio de sensatez para preguntar.
-¿Qué quiere decir con que “es
posible”?
-Quiero decir que es una lesión
ambigua. Es en el hígado. En todas las pruebas la morfología parece la de un
tumor benigno, pero no ha parado de crecer en todas las observaciones que me
han hecho. Y ese es un comportamiento maligno. Ni siquiera una biopsia puede
dirimir la cuestión.
-¿Y entonces?
-Entonces, el médico me ha sugerido
que preventivamente me someta a una operación para la resección del tumor. Y
adivina con qué fecha me han programado la cirugía.
El puzle estaba apenas a dos
piezas de completarse.
-¿El 28 de Junio?
-Acertaste. Y te diré lo que creo
que encierra el pronóstico que “Ojo Negro” hizo para mí. La línea roja es la
herida, la cicatriz que resultará de la operación. No será por laparoscopia.
Yo… la oscuridad la interpreto como la muerte.
Así que era eso. El temor a una
encerrona del destino.
-Lorenzo, te pongo dos
objeciones. La primera es que en casos de extrema urgencia, y yo diría que un
tumor lo es, es mejor hacer caso a la ciencia que a una especulación esotérica.
Y la segunda es que “la oscuridad” puede no tener el significado que le atribuyes.
Quizá se refiera al sueño inducido por la anestesia.
-Me permito corregirte, “Ojo
Negro” dijo que su predicción se refería a un hecho fundamental en nuestras
vidas. Una boda y un nacimiento pueden entrar dentro de esa categoría. Pero no
creo que un simple sueño por anestesia lo sea.
-No, pero si la operación te
salva la vida… sin duda es un hecho trascendente. Además, no se te habrá
escapado el hecho de que basta con que cambies de fecha la cirugía para que
rompas la profecía y quizá así salves tu vida.
-Claro eso es lo que acabo de
decidir. Pero antes tenía que confirmar que vuestras dos profecías se habían
cumplido. Con Felipe no puede dar, a saber dónde campará. Pero quizá tú podías, como así ha sido, confirmarme todos
los flecos que quería saber. En realidad me has ayudado mucho.
-Haz lo que quieras, pero me
preocupa un poco el hecho de que otorgues tanto valor al dictamen de una
adivina. Incluso puede que esto haya sido sugestión. Felipe habría leído tantas
veces, en su momento, el dichoso papel que, quizá inconscientemente pudo haber
contribuido a programar la boda para ese día.
-¿Y un divorcio y un nacimiento
también se sugestionan? No, no lo creo. Además la decisión ya está tomada. Como
te decía me has sido de mucha ayuda.
-Y yo que creía que sencillamente
querías verme para hablar con un viejo amigo…
-Claro que sí, pero ya has visto
que la naturaleza de mi dilema es bastante extraña.
Aún estuvimos hablando un pequeño
rato. No fue una reunión agradable, no es moneda de cambio corriente que cursar
una visita a un viejo amigo acabe en enterarte de una posible enfermedad grave
de tu compadre y que encima lo discutas en base a no sé qué argumentos mágicos.
En cualquier caso, le desee mucha suerte en sus tribulaciones y quedé en
llamarle más pronto que tarde.
El 29 de Junio por la mañana
cumplía un día más la rutina de desayunar en el bar situado justo debajo de mi
casa antes de dirigirme al trabajo. Me desperezo antes allí, entre el rumor de
la gente y el runrún de la calle. Cogí el periódico para, como hago usualmente,
leer en diagonal las noticias más destacadas. Una de ellas me hirió dejándome
casi sin respiración, como si una mano invisible hubiera surgido del papel y me
estuviera estrangulando. Había leído algo parecido a esto: “Anoche a las 23:00,
en Madrid, perdió la vida un hombre llamado Lorenzo Muñiz a raíz de un atraco
en plena calle. Según varios testigos el atracador, un hombre encapuchado,
encontró resistencia en la víctima, de tal modo que durante la consiguiente
refriega el desdichado ciudadano recibiese un navajazo, que finalmente se
reveló letal… “
Mi amigo llevaba una siniestra
parte de razón en la interpretación de lo que era la “línea roja”. Pero era una
navaja y no un bisturí lo que acabó con él. Cuando el futuro viene escrito en
insuficientes renglones, garabateados por una mano ambigua (a mi entender
enemiga) enfrentarse a él es un dislate. Tengo el propósito de hablarlo con
“Ojo Negro”, para confirmar que he entendido lo que significaba su estúpida
metáfora. Y borrarle de una vez aquella sonrisa que dibujó al recibir mis
doscientas pesetas.
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