-Ya hay un nuevo tratamiento para
su problema, después de años de probaturas y de salvar no pocos obstáculos
legales y morales hemos perfeccionado un método que hará frente a todo aquello
que le entristece. Controlaremos la depresión. Verá; desde hace unos años
existe lo que llamamos “Terapia Locativa”. Esto es, un tipo de terapia que
correlaciona la emotividad con lugares concretos. Verá señor Alvero, a lo largo
de su vida usted, sin duda, ha estado en sitios que asocia a emociones muy
fuertes. ¿No es cierto?
-Sí.
Y ahí me tenéis, sentado en una consulta que resultaba ser el paradigma
de la nueva psiquiatría. Ciertamente el mundo había cambiado y con él, por
arrastre, todo lo demás. Incluyendo la medicina y su concepto del hombre. Y sí,
yo tenía problemas de depresión. Y se irán dando cuenta, pero yo estaba solo.
Había perdido a mi mujer en un accidente, no teníamos hijos (nunca quisimos, en
realidad) y mis padres habían fallecido
ya. Literalmente, no tenía a nadie.
-Bien señor Alvero, de todos estos
lugares seguramente todos son especiales porque están sujetos al recuerdo de
ciertas personas. No sé si usted lo creerá, pero en pacientes como usted
dificulta mucho la recuperación cierta tendencia autodestructiva. ¿Cuántos
vuelven al lugar dónde se besaron por primera vez con su mujer o marido?
¿Cuántos a donde conocieron a una determinada persona? Conversar con estos
lugares es conversar con fantasmas. No podemos suprimir los recuerdos, estos
están entrelazados a multitud de elementos diversos y su eliminación sería un
caos. Pero sí podemos suprimir esta tendencia autodestructiva.
-¿Cómo?
Yo en ése momento me encontraba desesperado, pero es que además no era
un asunto que solo me incumbiera a mí. Como bien me explicó el Dr. Leonardo
Valdés, las cosas funcionaban desde hace un tiempo de forma distinta.
-Ya sabe que actualmente las
directrices políticas alientan la cooperación directa de la medicina con la
organización de la sociedad. La rectitud y el equilibrio emocional de los
habitantes de cualquier lugar, repercute en la buena marcha y en el buen
gobierno de ese lugar. Nosotros, los facultativos, estamos autorizados a
influenciar por nuestra propia iniciativa a cualquier ciudadano, digamos…
inestable. De hecho debemos hacerlo.
Recuerdo muy bien que en ese momento asentí levemente, como si toda la
perorata médico-sociológica fuese todo un dogma. ¿Os lo podéis creer? Vaya
pandilla de tarados. Pero era muy real. El doctor continuó.
-Se trata de un simple
condicionamiento y de una manipulación bioquímica. Podemos hacer que sienta un
terror inaguantable y absolutamente feroz con solo acercarse a uno de estos
sitios críticos.
-¿Terror?
-Lo podemos controlar con la
enzima Cdk5, si la aumentamos a niveles notablemente anormales se causará tal
nivel de terror que el individuo de forma imperativa querrá salir de cualquier
manera de ese lugar. Poco a poco la nostalgia y los recuerdos melancólicos de
esos lugares serán sustituidos por angustia. Normalmente al inicio del
tratamiento permitimos que los pacientes entren a un lugar clave.
A los pocos
segundos suplican salir de allí.
-¿Suplican?
-Oh, sí bueno. La expresión es un
poco osada. En realidad les obligamos a estar allí hasta unos treinta segundos
como máximo. La mayoría no aguanta tanto. Desde entonces asociarán los lugares
emotivos a un miedo tan indeseable, que jamás los evocarán fácilmente.
El doctor Valdés parecía levemente azorado, como si un exceso de
confianza le hubiera hecho hablar de más. Yo solo supe reaccionar con una
pregunta.
-¿Y cómo lo harán? ¿Cómo van a
conseguir asociar el terror a estos lugares?
-Bueno, es bastante complejo.
Curiosamente en las últimas décadas las disciplinas científicas que más han
progresado son las que tienen que ver con las neurociencias y la conducta.
Hablo de disciplinas humanas claro, no de IA. Primero mapearemos todo su
historial de pensamientos, los clasificaremos y prestaremos atención a la
categoría “lugar-emoción”. Las emociones indeseables como la nostalgia y la
melancolía son nuestro objetivo. Los lugares que desencadenen esa respuesta
emocional se asociarán a una aumento totalmente anormal en la encima Cdk5. Esto
lo haremos mediante un procedimiento de manipulación bioquímica. Estar, o
siquiera ver, un lugar vedado desencadenará la sensación de terror que le
decía.
-Su…suena complejo.
-Ya lo creo que lo es, requerirá
días de internamiento. Pero es menos invasivo de lo que piensa. Unas pequeñas
señales en la cabeza y listos. Lo que más le molestará serán las migrañas, pero
solo las dos primeras semanas.
¿Lo que más me iba a molestar? No te jode. En aquel momento no pude ni
hacerme a la idea de qué iba a ser lo que más me iba a molestar.
-¿Y qué pasará con los recuerdos
más accesibles? Con fotos, objetos…
- Eso es demasiado. Para los
pacientes y para nosotros. Teóricamente quizá podríamos también interceptar
esos recuerdos, pero el riesgo de sobrecarga bioquímica y emocional sería muy
elevado. Digamos que aplicamos un refrán muy sencillo: “ojos que no ven,
corazón que no siente”. Lo conveniente es prescribir la destrucción y mutación
de todo aquello que provoque emociones indeseables.
Por si no lo habéis pillado, “prescribir” es “ordenar”. El sutil arte del
eufemismo parece ser la segunda gran disciplina científica que más se ha
desarrollado en las últimas décadas.
-¿A qué se refiere?
-Deberá deshacerse de todos los
objetos que guarden relación con las personas a las que echa de menos.
Lógicamente no le pedimos que, por ejemplo, que cambie de casa pero tendrá que
remodelarla y…
-Osea, “mutarla”.
-Eso es.
-Pues es más complejo de lo que
parece.
-El Departamento de Salud, le
ayudará con los costes. No tiene por qué ser una reforma muy grande.
-Digo lo de deshacerme de los
objetos. Realmente es como si me extirparan algo, son parte de mí.
-¿Ve? Ahí está la clave. En el
“mí”. Señor Alvero, las emociones privadas son egoístas. Demasiado intimismo
lleva al naufragio de la convivencia. El pensamiento recto es aquel que es
constructivo para la sociedad y las desviaciones sentimentales e individuales
son problemáticas. Esto preocupa mucho al Departamento de Salud y de ahí que la
implementación de este sistema se irá haciendo poco a poco obligatoria. Además
en cuanto vio la campaña de difusión fue usted quien vino a nosotros. ¿Quería
dejar de sufrir, no es cierto?
-Sí. Supongo que sí.
Claro ¿y quién no? Pero desde luego hay remedios que no están en
correlación con la dolencia. Porque ¿qué es sufrir? ¿son unos sufrimientos más
aceptables que otros? Sabremos que hemos llegado a una edad oscura, cuando los
gobernados no solamente sean los ciudadanos, sino también sus emociones. Pero
yo entonces no me hacía estas preguntas tan filosóficas, en realidad yo estaba
pidiendo ayuda. Y me la dieron; se supone.
-Hoy es un día importante para
usted, señor Alvero. Me informan de que
los dolores físicos derivados del tratamiento ya prácticamente han remitido.
Bien; es la hora de ver cómo de efectivo ha sido todo este proceso. Saldremos
de la clínica inmediatamente y nos dirigiremos a un lugar que ha sido señalado
como: “emotivo-depresivo”. Y parece ser que es…veamos: El Parque del Espejo”.
Supongo que le es familiar.
-En efecto.
-¿Puede decirme por qué?
-Fue el lugar donde conocía a
Emma.
-¿Puede decirme cómo ocurrió?
-Fue con ayuda de su perro. Yo
estaba tranquilamente sentado, leyendo, cuando su perro comenzó a olisquearme.
Vino directo hacia mí. Ella se acercó a pedirme disculpas y
espontáneamente comenzamos a hablar.
Quedamos para el día siguiente y…
En este punto empecé a llorar como una magdalena. Para querer curarme
mi dolor la verdad es que eran un poco contradictorios. Pero tenía su razón.
-Es evidente que ese parque es el lugar adecuado; la repuesta
emocional sigue siendo considerable.
Bien, hoy comenzaremos a borrar esa
sensación.
Nos trasladamos en una ambulancia hasta el Parque de El Espejo. No era
suficiente ir con un coche normal, la reacción de pánico podía provocar serios
trastornos si se iba de madre. Yo iba con los ojos vendados, incluso una visión
ligera y de refilón podría desencadenar la aterradora treta bioquímica.
-Muy bien, ya estamos en el sitio. Por favor, escuche atentamente.
En un momento comenzaremos una cuenta atrás, al final de la cual usted se
quitará el vendaje de los ojos. Estaremos cerca de usted; a parte de mí hay un equipo médico que impedirá que algo
grave suceda. Probablemente necesitemos tranquilizantes. Usted no tiene que
hacer nada, solo mirar alrededor y dejarse llevar.
La cuenta atrás empezó desde veinte y yo dentro de mí ya estaba viendo aquel parque incluso
antes de que me desvendaran los ojos. Podría saber situar cada brizna de hierba
o ubicar cualquier piedrecita. Mis doctores pensaban que ese lugar era parte de
mí. No lo creo de una precisión exacta. Lo más correcto sería decir que había algo de mí en ese parque. 3,2,1…
-Señor Alvero, prepárese. Vamos a
dejarle ver el parque.
El Parque del Espejo. Una agradable porción de zona verde en el corazón
de la ciudad. Y grande. Tenía tanta longitud que era imposible abarcarlo de un
solo vistazo o desde un punto fijo. Al fondo había una serie de pequeñas
elevaciones, de leves colinas, que daban al límite posterior del parque un
curioso aspecto jorobado. Los árboles estaban colocados en una armonía casi
futbolística; en pareja y suficientemente alejados como para emular una portería. Así lo
comprendían algunos niños, jugando con un balón un desordenado partido de
fútbol. Pero la imagen que realmente veía era asoladora.
-Por favor vaya describiendo lo que siente.
¿Que qué sentía? La palabra “terror” creo que no es suficiente para
explicarlo. Por el parque campaban cientos, millares de horrores fugaces
renovándose. Podrían ser cuerpos abiertos en canal, sangre, fuego, bestias, una
especie de insectos como puntos voladores carnívoros que se dirigían hacia mí.
-¡Señor Alvero, señor Alvero! ¡Domínese! Vosotros; tapadle los ojos
y administradle un calmante fuerte.
-Bien, podemos decir que la
probatura ha sido un éxito. Ha permanecido diecinueve segundos en la zona
designada, lo cual es una marca apreciable. Para llegar a un estado de locura
perpetua habíamos calculado poco más de treinta segundos.
-No recuerdo nada señor,
solamente que desperté en la clínica del Departamento como si hubiera tenido la
peor pesadilla de mi vida. Ahora me duele mucho la cabeza.
-Sufrió un ataque de terror puro.
Comenzó a gritar, a correr en círculos, a tirarse salvajemente de los pelos.
Hubimos, como era previsible, de interceptarle físicamente y administrarle una
generosa dosis de calmantes y somníferos. Ha despertado tras cinco horas.
Creo que no había estado tan confuso en mi vida. Trataba de recordar,
por mero instinto, la serie de sucesos recientes que me ha habían llevado a esa
situación. Como resultado obtuve el regreso debilitado de la imbatible
sensación de miedo.
-Señor Alvero, no trate de
recordar nada que tenga relación con el Parque del Espejo. Podría sufrir una
recidiva del ataque de terror.
-Quiero que todos esto termine.
-Me temo que no, señor Alvero.
Aún quedan más sitios sensibles que debemos condicionar.
-No estoy seguro de querer
seguir.
-En ese caso lamento informarle
de que la continuidad no está sujeta a su decisión. Al adscribirse a un plan
gubernativo de próxima implementación, a todos los efectos legales está en
nuestras manos.
Consuélese, señor Alvero; en el fondo es usted un pionero.
No me consoló en absoluto. Imaginaos un destierro espiritual donde no
podéis sentir lo que está en vuestra naturaleza. Imaginaos una siniestra
cirugía que fracciona cualquier recuerdo que podáis tener y que extirpa todos
aquellos lugares en los que una vez fuiste feliz. Yo mismo creía, al principio,
que era lo que quería. Sin embargo, todo lo que hice fue ir dejando que
levantaran a mi alrededor una prisión alucinatoria y psicopática. ¿Acaso cambiaríais
la melancolía por un cerco de terror?
-Hemos finalizado todas las fases prevista por el protocolo de
prueba. Hemos revisado su casa y la remodelación es completa y lo
suficientemente diferente como para evitar asociaciones indeseadas.
En cuanto a
los alrededores de su casa, depende un poco de usted el no dejarse llevar; no
obstante, el departamento le abonará una buena cantidad de psicofármacos.
-Doctor, tengo una pregunta.
-Adelante
-Hay decenas de lugares vedados a
los que no podré ir, ni siquiera recordar. Y mucho de mi bagaje en recuerdos está proscrito por
miedos inenarrables. ¿Usted se sometería al tratamiento? ¿Se entregaría
convencido de que esto es lo mejor para usted?
-Afortunadamente yo estoy con lo
que deciden lo que es bueno… para todos. Yo pastoreo y cuido de los ciudadanos.
Cambiando un poco lo que dijo T.S Elliot, así terminará el mundo;
víctima de su propia melancolía. Cuando me sometí al tratamiento mi vida era un
infierno, pero ¿podemos vivir solo con medio corazón, con medio espíritu, con
la vida solo medio vivida? Siento, eso lo sé, el dolor de un miembro fantasma.
Pero al menos tengo algo de valor todavía. Me estoy dirigiendo al Parque del
Espejo, donde pasaré los últimos treinta segundos de mi vida. Parece ser que
ese era el límite de una terrible locura. Bueno, pues calcularé bien y me
dispararé en el segundo 29. Supongo que eso será un pequeño fracaso para la
“Terapia Locativa”.
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