-¿El Fantasmas de las Navidades
Pasadas? No tío, eso está ya muy superado. ¿Para qué te iba a servir? Si todo
lo recuerdas perfectamente y a decir verdad no has cambiado mucho de vida, ni
te arrepientes de nada. Del presente tres cuartos de los mismo. Ahora tenemos
otra política. Y quizá menos plantilla. Somos pragmáticos y miramos al futuro,
que es de verdad donde más podemos meter mano y, dicho sea de paso, lo que más
acojona.
-Ajá. Ahora recuérdame por qué he
recibido tu aparición, Fantasmas de las Navidades Futuras. Me gustan las
revelaciones paranormales tanto como a cualquiera, pero estando aquí solo en el
salón de estar me he llevado un soponcio considerable y no me he enterado muy
bien de la copla.
Hete aquí una conversación, en el
24 de diciembre por la tarde, entre un humano de a pie, más bien soso y con
tendencia a la profusión sentimental y una entidad fantasmagórica,
manifestación espiritual o inteligencia angélica; vayan ustedes a saber. Como
siempre, es el ser incorpóreo el que reconviene al material con justos y doctos
argumentos. Así pues, el Fantasma levantó un dedo admonitorio y habló de esta
forma:
-Pues escúchame, que te conviene.
Estás herrando completamente al celebrar la Navidad, has perdido la perspectiva
de lo que insufla vida y anima a estas
fechas a día de hoy. Recapacita.
-¿Y en qué debo cambiar, oh
espíritu sabio y tutelar?
-Menos coba. La respuesta es
obvia. ¿A quién se le ocurre pasar las Navidades… en familia? Habrase visto.
Contigo la Navidad no tiene futuro, colega. Haces de ella un coñazo. Y encima
solo con tus padres. Menudo fiestón.
-Pero no te entiendo. Celebro la
Navidad henchido de buena voluntad. De una manera frugal y sobria, eso sí.
¿Acaso no es ese un espíritu navideño adecuado? Uno una buena acción y un rato
agradable. Mis padres habrían de vérselas solos sin mí. ¿No es esa bondad
sencilla una acción muy propia de estas fechas?
-Ni lo pienses. Con muermos como
tú la Navidad dentro de unos años no la va a recordar ni Dios (perdonada me sea
la paradójica blasfemia) Y tendremos en su lugar a una reata de botarates
celebrando el Sol Invictus, o el solsticio de no sé qué. Mi idea es que a la
Natividad de Nuestro Señor hay que hacerla interesante. Modernizarse. Por
cierto, espero convencerte porque estoy de prácticas y voy regulín.
-¿Y cómo debería ser la
celebración? ¿Cómo habré de obrar en el futuro?
-Como te noto ducho en cuestiones
dickensianas huelga decir que te voy a mostrar una Navidad futura alucinante;
si te lo montas bien, claro.
Al instante un fulgor blanquísimo,
accionado por un chasquido de dedos del Fantasma, inundó la estancia y cuando
se hubo desvanecido la luz se encontraban en un lugar y tiempo muy distintos.
-Atiende, chaval. Estamos en un
resort de lujo del Caribe y ese de allí, aunque no te lo parezca, eres tú
mismo. Allí, tumbadito plácidamente junto a aquella despampanante mujer. Que
por cierto, es tu novia. La conociste en este mismo lugar el año pasado y
estáis de aniversario. Aquí eres habitual y te conoce hasta el personal de
limpieza. Lo que empezó como un flirteo con licencia para beber champán de tus
pectorales, dio paso a una relación cimentada en… Bueno, es una relación. Y
todo comenzó viniendo aquí en Navidad. Celebración a tutiplén.
-¿Puedo preguntar si te mandan de
arriba o de abajo? Porque lo normal es que los enviados para estas tareas no
tienten a los descarriados con resorts, y sexo promisorio y etílico. ¿Pretender
que celebre la Navidad así? En realidad esto es renegar de ella.
-No reniegas de nada. Le das un
poco de mambo. En el corazón de los hombres, ahora, la Navidad no es un
compendio de buenos sentimientos, abrazos familiares y el niño volviendo a
casa. Ahora la Navidad es una mezcla de hedonismo y adoración a los grandes
almacenes. ¿Recordarías más las navidades caribeñas o las navidades con tu
familia que incluye “canapés”, por cierto de pan de molde, con fuagrás del
súper, tortilla de patatas y langostinos? Si haces lo que te digo, solo te pido
a cambio cierta simbología navideña. Algún villancico, arbolito, lo que te
plazca. Y me firmas en este papel comprometiéndote.
- Vaya, me esperaba más
espiritualidad de un ente incorpóreo. Pues me vas a considerar un eunuco
pusilánime, pero prefiero mis navidades en casita y con mis padres. A mi madre
la ayudo yo con esos canapés de andar por casa. El pequeño ritual de cortar el
pan de molde mientras vamos hablando de pequeñas cosas intrascendentes es una
costumbre de la que disfruto siempre. A todos nos parece un festín estupendo,
pero en mi caso sobre todo porque están ellos. Mis padres. Con esto preservo
parte de la infancia. Que eso sí que eran navidades. ¿Sabes lo que es sentirme
ingenuo y a resguardo en noches como esa? Es el calor de casa; amigable y
reparador. Cada cual tiene el suyo. Y, por cierto, me quedan trecientos y pico
días para resorts, viajes, y todo tipo de deleites. Que tampoco soy tonto.
El Fantasma quedó hondamente
conturbado, quién sabe si por anuencia con lo que acaba de escuchar o, en el
otro extremo, por el estupor de quien escucha un discurso moralista y sensiblero.
A fin de cuentas, entre los fantasmas también hay de todo. Sea como sea, con
otro simple chasquido de dedos, y tras encogerse el espectro de hombros,
volvieron al presente y al lugar de donde partieron.
-Bueno, pues ya sabes mi
respuesta. Creo.
-Ya, bueno. No te preocupes. En
realidad no sé porque los cuentos tienen que cambiar tanto. Por cierto, fírmame
al menos este papel diciendo que he tratado de convencerle por todos los
medios. A ver si me llevo unos créditos por lo menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario