viernes, 29 de diciembre de 2017

Los Cuentos Cambian


-¿El Fantasmas de las Navidades Pasadas? No tío, eso está ya muy superado. ¿Para qué te iba a servir? Si todo lo recuerdas perfectamente y a decir verdad no has cambiado mucho de vida, ni te arrepientes de nada. Del presente tres cuartos de los mismo. Ahora tenemos otra política. Y quizá menos plantilla. Somos pragmáticos y miramos al futuro, que es de verdad donde más podemos meter mano y, dicho sea de paso, lo que más acojona.


-Ajá. Ahora recuérdame por qué he recibido tu aparición, Fantasmas de las Navidades Futuras. Me gustan las revelaciones paranormales tanto como a cualquiera, pero estando aquí solo en el salón de estar me he llevado un soponcio considerable y no me he enterado muy bien de la copla.

Hete aquí una conversación, en el 24 de diciembre por la tarde, entre un humano de a pie, más bien soso y con tendencia a la profusión sentimental y una entidad fantasmagórica, manifestación espiritual o inteligencia angélica; vayan ustedes a saber. Como siempre, es el ser incorpóreo el que reconviene al material con justos y doctos argumentos. Así pues, el Fantasma levantó un dedo admonitorio y habló de esta forma:

-Pues escúchame, que te conviene. Estás herrando completamente al celebrar la Navidad, has perdido la perspectiva de lo que insufla vida y anima a  estas fechas a día de hoy. Recapacita.

-¿Y en qué debo cambiar, oh espíritu sabio y tutelar?

-Menos coba. La respuesta es obvia. ¿A quién se le ocurre pasar las Navidades… en familia? Habrase visto. Contigo la Navidad no tiene futuro, colega. Haces de ella un coñazo. Y encima solo con tus padres. Menudo fiestón.

-Pero no te entiendo. Celebro la Navidad henchido de buena voluntad. De una manera frugal y sobria, eso sí. ¿Acaso no es ese un espíritu navideño adecuado? Uno una buena acción y un rato agradable. Mis padres habrían de vérselas solos sin mí. ¿No es esa bondad sencilla una acción muy propia de estas fechas?

-Ni lo pienses. Con muermos como tú la Navidad dentro de unos años no la va a recordar ni Dios (perdonada me sea la paradójica blasfemia) Y tendremos en su lugar a una reata de botarates celebrando el Sol Invictus, o el solsticio de no sé qué. Mi idea es que a la Natividad de Nuestro Señor hay que hacerla interesante. Modernizarse. Por cierto, espero convencerte porque estoy de prácticas y voy regulín.

-¿Y cómo debería ser la celebración? ¿Cómo habré de obrar en el futuro?

-Como te noto ducho en cuestiones dickensianas huelga decir que te voy a mostrar una Navidad futura alucinante; si te lo montas bien, claro.

Al instante un fulgor blanquísimo, accionado por un chasquido de dedos del Fantasma, inundó la estancia y cuando se hubo desvanecido la luz se encontraban en un lugar y tiempo muy distintos.

-Atiende, chaval. Estamos en un resort de lujo del Caribe y ese de allí, aunque no te lo parezca, eres tú mismo. Allí, tumbadito plácidamente junto a aquella despampanante mujer. Que por cierto, es tu novia. La conociste en este mismo lugar el año pasado y estáis de aniversario. Aquí eres habitual y te conoce hasta el personal de limpieza. Lo que empezó como un flirteo con licencia para beber champán de tus pectorales, dio paso a una relación cimentada en… Bueno, es una relación. Y todo comenzó viniendo aquí en Navidad. Celebración a tutiplén.

-¿Puedo preguntar si te mandan de arriba o de abajo? Porque lo normal es que los enviados para estas tareas no tienten a los descarriados con resorts, y sexo promisorio y etílico. ¿Pretender que celebre la Navidad así? En realidad esto es renegar de ella.

-No reniegas de nada. Le das un poco de mambo. En el corazón de los hombres, ahora, la Navidad no es un compendio de buenos sentimientos, abrazos familiares y el niño volviendo a casa. Ahora la Navidad es una mezcla de hedonismo y adoración a los grandes almacenes. ¿Recordarías más las navidades caribeñas o las navidades con tu familia que incluye “canapés”, por cierto de pan de molde, con fuagrás del súper, tortilla de patatas y langostinos? Si haces lo que te digo, solo te pido a cambio cierta simbología navideña. Algún villancico, arbolito, lo que te plazca. Y me firmas en este papel comprometiéndote.

- Vaya, me esperaba más espiritualidad de un ente incorpóreo. Pues me vas a considerar un eunuco pusilánime, pero prefiero mis navidades en casita y con mis padres. A mi madre la ayudo yo con esos canapés de andar por casa. El pequeño ritual de cortar el pan de molde mientras vamos hablando de pequeñas cosas intrascendentes es una costumbre de la que disfruto siempre. A todos nos parece un festín estupendo, pero en mi caso sobre todo porque están ellos. Mis padres. Con esto preservo parte de la infancia. Que eso sí que eran navidades. ¿Sabes lo que es sentirme ingenuo y a resguardo en noches como esa? Es el calor de casa; amigable y reparador. Cada cual tiene el suyo. Y, por cierto, me quedan trecientos y pico días para resorts, viajes, y todo tipo de deleites. Que tampoco soy tonto.

El Fantasma quedó hondamente conturbado, quién sabe si por anuencia con lo que acaba de escuchar o, en el otro extremo, por el estupor de quien escucha un discurso moralista y sensiblero. A fin de cuentas, entre los fantasmas también hay de todo. Sea como sea, con otro simple chasquido de dedos, y tras encogerse el espectro de hombros, volvieron al presente y al lugar de donde partieron.

-Bueno, pues ya sabes mi respuesta. Creo.

-Ya, bueno. No te preocupes. En realidad no sé porque los cuentos tienen que cambiar tanto. Por cierto, fírmame al menos este papel diciendo que he tratado de convencerle por todos los medios. A ver si me llevo unos créditos por lo menos.

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